“Los astros vos y yo” de Gustavo de Rose

Ilustrado por Fira Chmiel

Domingo 27 de mayo

Ella abre la puerta de su casa después de caminar en silencio veinte metros de un pasillo interminable. En realidad, es la puerta del edificio; yo suelo decirle que vive en una vecindad, como la del Chavo del Ocho. Acabo de tomar una decisión que nos afecta a ambos.  Salgo casi a los empujones. Yo estoy sensibilizado; ella, enojada. Me lo dijo claro: ¡No te quiero ver nunca más! ¡Sos un pelotudo!

Nació con el sol en Tauro, ascendente en Aries y luna en Cáncer. Me lo dijo cinco minutos después de habernos conocido. Es astróloga. ¡Fucking Aries! No dejo de cruzarme con ellas. Pienso que, para mi vida, eso es una señal de que algo debo resolver. Ella me ayudó a potenciar esa idea. Aún no sé bien de qué se trata.

Camino hacia la parada del bondi: son tres cuadras llenas de frío, temblores y sensaciones en el estómago, de esas que te suben hacia el pecho y que, cuando exhalás, te dejan esa impresión de vacío interno. Para mí, eso se llama dolor. Es la primera vez en mi vida que dejo a alguien. Pensé que iba a ser fácil. Por lo general, soy el tolerante de las relaciones amorosas. Conozco a una chica, suelo flashear amor, la invito a salir, me cuesta dar el primer beso, y al otro día le mando un mensaje cargado de intensidad. Si la relación prospera, puedo pasar hasta un año de acaramelamiento. Todo es perfecto, como una historia de Disney. Con el tiempo, pasa lo que tiene que pasar con las relaciones humanas: la tensión entre pensamientos desiguales, los celos que se apoderan de alguno de los dos, la disminución de los abrazos y los besos, y el replanteo de la relación. El malestar se va apoderando poco a poco del corazón y luego de la mente. Se oculta en algún recoveco. Yo elijo ocultarlo. Quizá por miedo a la soledad o por costumbre al sufrimiento. Prefiero tolerar, porque siempre digo que todo se puede resolver, que nada es tan grave, que el amor es más fuerte que el ego. De ahí la idealización y Disney otra vez. La puta madre.

Esta vez, decidí cortar por lo sano. Nuestros estilos de vida, salvo aquellos gustos por lo esotérico, tienen una distancia infinita. Ella es sexualmente libre, es puro fuego, muy de izquierda, y se enoja con facilidad, como toda Aries. Creo que la quiero. Me estoy enganchando. También creo que, si me llegara a enamorar, podría salir lastimado. Por eso hoy sentí que debía tomar esta decisión.

Lunes 23 de abril

Estoy mirando mi reflejo en el espejo del baño, como cada día. ¿Por qué me crearon con rulos? Sería mejor tener el pelo lacio, tendría más facha. Como si eso pudiese llenar el vacío que mis relaciones amorosas no pueden sanar y que, presumo, debe ser ocupado por una media naranja. O media banana, ya no sé. Supongo que cualquier tipo de fruta a esta altura es lo mismo; y si yo soy un melón y me consigo una naranja, sería la ensalada de frutas más inconexa del mundo, pero también podría ser la perfección.

Hace horas que me estoy mensajeando con una mujer que conocí dos días atrás. Su nickname es La Astróloga. Hablamos todo el tiempo. Ambos nos descubrimos deslizando nuestros dedos a través del teléfono celular, por una aplicación que exhibe un catálogo inagotable de carne humana. La aplicación fue creada para que dos seres que se atraigan físicamente puedan encontrarse y garchar sin prejuicios. Yo la uso para buscar al amor de mi vida.

Todavía no nos vimos. Nos tratamos de usted. Eso nos excita un poco. Me llama la atención la coincidencia zodiacal en el sol en Tauro. Puedo decir que soy aficionado al horóscopo, pero ella sabe en serio. Algo de lo místico, lo oculto y de lo no conocido siempre me dio curiosidad. Los planetas, las estrellas y la manera en que se mueven afecta lo que somos. Dicen que somos energía y todo está conectado. Creo en eso y ella también. La leo atento y quedo embobado con tanta información que me arroja; también me empalaga un poco los ojos con algunos comentarios:

Tauro es todo sobre los sentidos, comer, beber y muchas otras cosas que terminan con er.

¿Acaso usted no necesita sentir siempre?

El paraíso para Tauro es ver platos con comida caer, vino, señoritas y señoritos naked.

#EsdeTauro ser honesto.

#EsdeTauro idealizar.

Oscilo entre me cae bien y le re doy.

Siento que puedo hablar con usted hasta forever.

Sus palabras me atraviesan como una flecha. Siento que la conozco de otra vida. Hablamos como si tuviésemos una relación de años, con tanta afinidad que nos atrevemos a decir cualquier cosa. Yo juego al entrevistador; a ella le divierte. Le pido que me cuente qué ama de la vida.

La Astróloga: Pocas cosas, a mi hija, mis dos sobrinos, mi libertad, a mi hermana del corazón, el vino y el cosmos.

Gus: ¿Cuándo descubrió la libertad?

La Astróloga: Con la vuelta de Saturno, después de los treinta.

Gus: ¿Saturno no es medio malito?

La Astróloga: Tiene mala fama. Saturno es el padre. Enseña. Y cuando da la vuelta completa, entonces ilumina.

La Astróloga: Este finde es largo 🙂

Gus: Un finde más que interesante

La Astróloga: #EsdeTauro tomar iniciativa. No mentira, es de ascendente en Aries.

Gus: ¿Qué propone?

La Astróloga: Vino y música para empezar. Te diría lentos de los ´80, pero sos un nene.

Gus: ¿Perdooooooooon?, ¿un nene?

La Astróloga: jajaja. Póngame los puntos que me encanta.

Gus: Dos cositas le voy a decir. Primero. ¡Me tuteó! Eso no debe hacerlo jamás de los jamases.

La Astróloga: jajaja, anotado!

Gus: Segundo. ¿Qué le hace creer que soy un nene? Quizás en la edad terrenal… pero dígame, ¿usted cuantas reencarnaciones tiene? Y tercero…

La Astróloga: Eran dos cosas

Gus: Es un #BonusTrack.  Me gustan los lentos de los ´80 y el jazz.

La Astróloga: jajaja, Lpm, Libra. Ya está, me caso.

Gus: No se hable más, próximo lunes, vino y jazz.

Lunes 30 de abril

Miré sus fotos más de un centenar de veces. Parece medio chinita. Quiero verla en vivo y en directo, quiero sentir su aroma y hablar sin mirar el reloj mientras tomamos mucho vino. Quedamos en que hoy nos encontraríamos en mi casa. Estuve toda la tarde limpiando, verificando que la iluminación sea acorde, que la casa huela rico, que cada cosa esté en su lugar designado. Detallismo y perfección de una persona que tiene la luna en Virgo. Un obsesivo del orto.

Tener una primera cita con una mujer en mi casa siempre me supone que vamos a terminar en la cama. Hoy no sé si vamos a coger o no -la Astróloga está con su período-, igual me conformaría con poder dormir junto a ella.  ¿Querrá coger en ese estado? Por las dudas, voy al shopping con la idea de comprar un juego de sábanas de trescientos mil hilos, de esas que son tan esponjosos y cómodos que te invitan a perpetuarte entre ellas. Ningún diseño me gusta: todos tienen flores o imágenes inentendibles y de color pastel. Vuelvo a casa con las manos vacías.

Ya conecté las luces navideñas que atraviesan el comedor de mi hogar. Puse de fondo Fly me to the moon. Prendí un sahumerio de vainilla y ubiqué las copas y el Malbec sobre la mesa. Me perfumé y me volví a peinar. Ahora estoy sentado, mirando el celular, esperando a la Astróloga. Me cae un mensaje: estoy llegando. Eso me pone nervioso

Abro la puerta y la miro descender del auto. Es morocha como en las fotos, flaquísima. Lleva un corte carré. Se puso una remera blanca, campera de cuero negra, jean oscuros y zapatos de plataformas. Días atrás nos preguntábamos cómo iba a ser la primer impresión al encontrarnos. Ambos coincidimos en que con nervios. Es que no dejamos de ser desconocidos, pero yo creo en que la gente se cruza porque así debe ser. Creo en una conexión cósmica de almas.

Nueve y treinta y tres. Casi puntual. La recibo con un beso en la mejilla y le digo que pase y se ponga cómoda. Las luces están bajas, algo tenues, pero podemos vernos bien. Es hermosa. De fondo sigue sonando Sinatra. Descorcho el vino, brindamos y pedimos una pizza porque el sushi no le gusta. Hablamos sin cansancio de nuestras vidas. Me cuenta que es mendocina de San Rafael y que hace dieciocho años se vino a vivir a Buenos Aires. Es profesora de inglés, pero su pasión es la danza, su cable a tierra. Hace algún que otro comentario político y en pocas palabras me demuestra su fanatismo. Yo surfeo la incomodidad que eso me genera. Llega el delivery y ya nos bajamos un tubo de vino. Me avisa que no me burle de ella, que después de la primera copa ya le patina la lengua. Yo ya lo descubrí, pero no se lo digo; asiento y le sonrío mientras descorcho otro vino. Le sirvo más. Volvemos a brindar y, en un movimiento torpe, se vuelcan algunas gotitas de Malbec sobre su propia remera blanca. Hace un gesto de espanto que me causa mucha gracia y se mira la remera manchada. Con picardía, le digo que se la saque y la remoje en agua, que yo le presto otra. Ella acepta y se queda en corpiño frente a mí. Siento como me sube el calor de repente. Me quedo embobado mirando su cuerpo. Ella me mira mientras besa la copa. Me dice que se queda así, que está más cómoda.

A esta altura del vino, se siente en el ambiente una tensión sexual muy alta. Quizás por la Luna llena en Escorpio que elegimos para nuestra primera cita. La Astróloga no se equivocó, puedo sentir el fuego que genera esa intensidad en todo mi cuerpo. Empiezo a creer que ella tenía todo planeado. Su brazo izquierdo me llama la atención. Lleva tatuada una manga astrológica: desde la muñeca hasta su hombro, infinidad de símbolos y estrellas decoran su piel. El sistema solar completo, el Sol, sus órbitas, satélites, todos los planetas descubiertos, flechas que indican el norte y la constelación de Tauro. Es alucinante. Me cuenta que se lo hizo hace unos años, que así marcó el inicio de su estudio y descubrimiento de la astrología.

—¿Te hiciste la carta astral? —me pregunta.

—Sí, alguna vez la saque por una página, creo que fue en Los Arcanos, pero no entiendo nada.

—No, la mejor página es astro.com. Si querés la hacemos ahora.

La Astróloga toma su copa de vino. Camina hacia el escritorio en donde tengo la computadora y se sienta. Yo me paro detrás de ella, me acerco a sus espaldas y asomo mi cabeza por sobre su hombro. Ella mira al frente intentando concentrarse. Su perfume me somete al instante, se fusiona con el vino y me lleva de viaje por un universo de placer.

—¿Nombre y apellido? —Le doy un suave beso en el cuello que pareciera tomarla por sorpresa. Se encoge de hombros como gozando del cosquilleo que eso le produce. Noto cómo se le eriza la piel.

—¿Fecha de nacimiento? —La vuelvo a besar con ternura. Su respiración comienza a acelerarse. —¡Basta Libra! —suspira poco convincente— ¿Hora de nacimiento?

Ya no me puedo contener. Mis manos me declaran la independencia y se lanzan espontáneamente a su cuerpo. Ella ahora se deja llevar, tirando su nuca hacia atrás, y yo le beso la boca con desesperación. Ya no es un acto dulce, es fuego descontrolado y La Astróloga no se resiste. Giro la silla y la dejo frente a mí, me siento sobre sus piernas y me la transo, enredando mis dedos con su pelo. Le desabrocho el pantalón y le chupo las tetas. Tiene los pezones muy parados; eso me excita aún más. La llevo a mi habitación sin despegarme de su cuerpo y me recuerda que, en este preciso instante, tiene la concha como el pasillo de El Resplandor, en la escena en la que las puertas del ascensor se abren y despiden una catarata de sangre. No puedo pensar en este estado de calentura que tengo, no me importa absolutamente nada, y a ella tampoco.

La pongo de espaldas hacia mí y le desabrocho el corpiño. Mis brazos recorren su cuerpo de abajo hacia arriba. Me vuelvo a detener en sus tetas: son chiquitas, pero con una curvatura singular. No puedo dejar de tocarlas. Bajo mi mano derecha hasta el borde de su jean semiabierto, tironeo de ambos lados hasta que cede, me arrodillo y se lo saco poco a poca hasta revelar sus piernas y dejar su culo frente a mi nariz. Me hundo en esa oscuridad generosamente húmeda, la huelo y la beso. Quiero arrancarle la tanga con los dientes, pero la muerdo con sutileza. La Astróloga se deja caer poco a poco sobre mi cama, hasta quedar en una escuadra perfecta. Me reincorporo sin apuro, deleitándome con cada suspiro que emite. Me saco la ropa y ella deja caer lo poco que le queda.

—Cogeme por atrás —me dice completamente rendida y yo le hago caso. Me escupo la pija y juego con su cuerpo, mientras ella estruja las sabanas con fuerza. Me pide que ya no la haga esperar.

—Te quiero adentro mío.

La penetro. Entramos en un estado de éxtasis que no nos permite parar. Las sabanas se empapan de rojo. Mi luna en Virgo llora de angustia por el enchastre que estamos provocando, pero la Astróloga se retuerce y grita, se ríe de placer y yo la disfruto.

—Ay pendejo, ¡qué hijo de puta! —murmura una y otra vez, hasta perdernos en un orgasmo simultáneo y mágico.

Martes 15 de Mayo

Estamos en su departamento. Son cerca de las ocho de la noche y hace frío. Es el único día de la semana en que nuestros horarios libres coinciden, así que aprovechamos para vernos, charlar, tomar vino y coger. Descubrimos un canal de youtube que pasa jazz las veinticuatro horas del día. Es nuestra banda sonora.

—Hoy le voy a cocinar —me anuncia la Astróloga.— Valore lo que estoy haciendo por usted, no le cocino ni a mi hija.

Me río.

—Lo valoro y me encanta. ¿Quiere que la ayude?

—Bueno, ¿me sirve vino? Mientras tanto, aprovecho que usted ya llegó para cambiarme y ponerme cómoda.

Ponerse cómoda para La Astróloga significa quedar en medias largas hasta la rodilla, tanga, y remera sin corpiño.

Mientras se hace la comida, y nos vamos entonando con el vino mendocino, hablamos de trivialidades, cosas cotidianas y sin mucha importancia para mí, hasta que empieza a contarme sobre su pasado amoroso.

—¿Sabía usted que todavía estoy casada?

—¿Cómo que estás casada?

—Si, estoy pecando.

Ella se ríe. Yo no.

—Pará, ¿cómo me decís ahora que estás casada? ¿Posta?

—Sí, igual me separé hace cuatro años del papá de mi hija. La pasé muy mal con él. Fue un hijo de puta. Es escorpiano, así que imaginate. Además, su familia me hizo la vida imposible. Quizás más adelante te cuente bien la historia. Pero sufrí mucho.

—Bueno, vos sabes que cuando quieras hablarlo podés contar conmigo ¿no?

—Gracias —Me da un beso—. Igual, yo desde el momento en que estaba a punto de casarme, sabía que no iba a ser para siempre.

—O sea, estabas vestida de novia, en la iglesia, frente al cura, todos tus familiares y ¿vos ya sabías que te ibas a separar? ¿Por qué te casaste?

—Es complicado. Imaginate que mi papá es super facho y yo siempre fui la oveja negra de la familia. Pero como era la hermana mayor, tenía que dar el ejemplo.

—Me imagino, además tu luna en cáncer ¿no? —le digo en un tono irónico.

—No entendés En ese momento Escorpio era mi única vía de escape de Mendoza. Por eso me casé. No fue fácil. Después de separarme conocí a Gabriel, el ser humano más bueno que pueda existir. Pero no la pasaba bien en la cama. Me aburría, y empecé a estar con otras personas. Él nunca se enteró, pero después de tres años me sentía con tanta culpa que lo tuve que dejar. Me di cuenta de que no puedo estar con una sola persona y que mi libertad no la negocio más. Por eso yo nunca te mentiría, Libra.

Asiento y me quedo en silencio.  Trato de asimilar su historia, pero sólo me genera dudas

—Estuve mirando tu carta y la de tu hija, no sabés todo lo que encontré —cambia de tema ella.

Hace unos días le envié las fechas de nacimiento mías y de mi hija para que practicara su aprendizaje de lectura

—Los tres tenemos a Venus en Géminis, ¿podés creer? —dice

La miro en silencio. No tengo idea qué significa eso y sigo perturbado por la bomba que me tiró antes.

—Para nosotras, tiene que ver con cómo vivimos nuestra femineidad y, para vos, con qué tipo de mujeres te gustan.

Mi cerebro empieza a ser asociaciones con Géminis, el signo de dos caras.

—O sea mujeres comunicativas, sociables… —sigue la Astróloga.

Mujeres que ocultan cosas, pienso. Que tienen un lado B.

—Curiosas…

Pienso en mi cuñada geminiana. Es amable, es cierto, pero también tiene su lado psiquiátrico.

—¿Te pasa algo, Libra? —me pregunta la Astróloga.

—Nada —digo, pero me está pasando de todo.

Viernes 25 de mayo

Ayer fue el cumpleaños de un amigo. Fumé mucho porro y mezclé bebidas blancas con cerveza. Recién abrí los ojos, estoy tapado hasta la pera y hace mucho frío. La persiana baja me hace sentir todavía en la noche. Es casi la una y media de la tarde, tengo hambre, resaca y muchas ganas de cagar. Agarro el celular que dejo siempre sobre la única mesita de luz que acompaña la cama de dos plazas y miro si tengo algún mensaje de ella. Efectivamente, La Astróloga me llenó el WhatsApp:

10:29 – La Astróloga: Good morning

10:30 – La Astróloga: Ud. ya despertó?

10:30 – La Astróloga: Mi Libra querido?

12:35 – La Astróloga: 🙁

12:36 – La Astróloga: Acaso enviudé?

13:27 – La Astróloga: Oiga!

Espero unos minutos para dar señales de vida:

Gus: ¡Hola! Buen día.

La Astróloga: Por finnnnnn nene!!!!!!! Dónde estabas???, Estaba preocupada!

La Astróloga: Se me pasaron un montón de cosas por la cabeza.

Gus: Tranqui, me acabo de despertar. ¿Qué te imaginaste?

La Astróloga: Y no sé, que estabas escabio, con una mina, o la peor de todas las posibilidades: que estabas almorzando con la señora Virgo.

Gus: jajajajajajajajajaa! O sea que la peor de las opciones era que yo esté comiendo con mi vieja? Me mueeeero!

La Astróloga: No te rías! #EsdeTauro pensar siempre lo peor, además sabes que odio a las madres.

Tiene razón, yo hago lo mismo.

Dejamos de mensajearnos por una hora: ella en clases de Zumba con su hija, yo aprovechando la poca convocatoria de un gimnasio en la tarde de un feriado. Ella rompe la pausa:

La Astróloga: Libra, quiero hacerle una consulta

Gus: Qué pasó chinita? Decime

La Astróloga: Usted tiene algo programado para mañana a la noche? Porque no voy a salir, me voy a quedar en casa

Le respondo que aún nada. Evito decirle que muero de ganas por ir a dormir con ella. Días atrás, arreglamos pasar todo el domingo juntos: almuerzo, luego paseo por el barrio chino, para terminar nuestra salida en el teatro. Un itinerario inmejorable. Va a ser nuestra primera salida al mundo de día: una salida de pareja, pero sin rótulo.

Ella me invita a pasar la noche previa también juntos. El corazón me empieza a latir a destiempo y con fuerza. Me llenó de alegría y de dudas por igual. Hasta donde yo sabía, el sábado por la noche La Astróloga iba a estar ocupada. No sé concretamente qué iba a hacer, tampoco quise enterarme demasiado. Imagino que se iba a encontrar con uno de sus chongos. La sola idea de que eso ocurra se me hace insoportable.

Domingo 27 de mayo

Abro los ojos. Estoy boca arriba, tumbado sobre el costado derecho de su cama. Siento en todo el cuerpo ese cosquilleo mezcla de cansancio y placer de la noche anterior. No sé cuánto vino tomamos exactamente, pero fue mucho. Aún están las copas en la habitación. Tengo flashes: primero sentados en el sillón mientras comíamos y reíamos, después desvistiéndola, besándonos, sacándole fotos y filmándonos mientras cogíamos. Recordar su cara de placer y sus gestos me vuelve a calentar.

La Astróloga está boca abajo, abrazando la almohada con su brazo izquierdo y la parte inferior de su cuerpo en pose cucharita. Me acerco, la abrazo, la apoyo con fuerza y empiezo a tocarle las tetas. Se despierta y tira su cola más hacia atrás. La toco. Está completamente mojada. Le saco la tanga con apuro al mismo tiempo en que me bajo el bóxer y volvemos a coger desenfrenadamente, como si no nos viéramos hace meses.

Se pone mi remera, me da un beso y sale de la cama. Son casi las once de la mañana. Camino a despabilarme en la ducha, mientras la Astróloga prepara el desayuno con café y tostadas con dulce de leche al que ya me tiene acostumbrado. Me baño cantando un reggae, señal de que estoy de muy buen humor. Uan loov, guan jaart, les get chuugeder aaaan fiil olrai, entono una y otra vez hasta salir de la ducha.

El sol brilla alto y algunos rayos se cuelan por el único ventanal del comedor. La Astróloga me dice que tendríamos que haber tapado la ventana, que seguro ayer a la noche se vio todo. Le respondo que no importa. Claro, vos porque no vivís acá, a mí me ven todos los días, me responde y yo río con ganas.

Salimos de la vecindad antes del mediodía. Hay un poquito de viento, pero es agradable. Tenemos que tomarnos dos colectivos para llegar al Barrio Chino. El primero tiene parada en la esquina de la casa, pero ella me pide tomarlo a dos cuadras más porque no quiere que la vean ni su ex marido, que vive a doscientos metros, ni su hija. Su pedido me parece raro. En el desayuno me dijo que ambos se iban a pasar todo el día a la localidad de San Martin, de modo que no habría posibilidades de cruzarnos. Mi ascendente en Libra siempre me obliga a acceder.

Mientras caminamos, le digo que es la primera vez que salimos a pasear juntos de día, que me gusta y que deberíamos hacerlo más seguido. Me mira y sonríe, pero no dice nada.

Colectivo uno. Le pago el pasaje con mi tarjeta: pequeñas caballerosidades de la clase media pobre argentina. Me lamento por no tener auto. Colectivo dos. Subimos y nos sentamos en la última fila de dos antes de la puerta trasera. Ella contra la ventanilla, yo del lado del pasillo. Le tomo la mano y entrelazamos nuestros dedos. La noto un tanto extraña, como ida. Gira hacia mí y me dice:

—Tengo miedo de cruzarme con Gabriel. Si te suelto la mano es por eso, no lo tomés a mal.

—Pero, ¿no te habías separado de Gabriel?

—Sí, pero no quiero lastimarlo, es muy reciente.

—Te separaste hace cuatro meses, eso no es reciente. Vos tenés culpa, eso es lo que te pasa.

—No quiero que me vea con otra persona. No quiero hacerle mal.

—Mirá, todo bien con eso, pero me parece que no tiene nada que ver con hacer mal o no. Ahora estás en otra historia, y si vamos al caso, el mal ya se lo hiciste cuando lo dejaste, o las veces que lo cagaste con otro. Así que hacete cargo y superalo de una vez.

La Astróloga me mira con furia. Intenta contener todo ese impulso ariano. Cierra lo ojos y se muerde el labio inferior con fuerza. Después aprieta los dientes y resopla como una nena caprichosa a la que acaban de retar. Elige quedarse en silencio y mirar hacia la ventana.

En muchos aspectos ella me genera incertidumbre. Es misteriosa y a pesar de lo que me dice, creo que no termina de ser del todo sincera. Me hace bien y me hace mal al mismo tiempo. Disfruto los momentos en que estamos juntos, pero me da bronca la conversación que acabamos de tener. ¿Qué me oculta? ¿Me estoy maquinando al pedo? No me importan sus promesas, la Astróloga nunca es del todo sincera. A veces está contándome una historia y, de repente, se calla. Ahora contame, le ruego, pero ella dice que no, que no importa y la traición se vuelve peor porque mi cabeza comienza a barajar infinidad de caminos paralelos. Ella me mira a los ojos y me jura que nunca, pero nunca, me lastimaría. Yo la miro triste. Intento aceptar que quizás deba dejarme llevar por ella, que si la pasamos bien juntos, ¿qué más da?, que eso es lo único que importa en esta vida. Intento convencerme, pero no me alcanza.

Nos quedamos callados el resto del viaje. La Astróloga rompe el momento de incomodidad  diciéndome que estamos a punto de pasar por el túnel Gustavo Cerati, que inauguraron hace pocas semanas. Sabe que soy fan. Cuando lo atravesamos, le digo que el mural me pareció una mierda. Quince minutos más y bajamos.

Después de un almuerzo rápido en una hamburguesería de Belgrano, empezamos a caminar hacia el barrio Chino. Lo encontramos revolucionado por el festejo budista del Vesak. Las dos calles están adornadas de flores, frutas e inciensos que ofrecen una tarde pintoresca. Danzas tradicionales de China con figuras de dragón adornan el arco de la entrada y una gran estatua de Buda reposa sobre un escenario al fondo. Quiero una foto juntos y le pido a La Astróloga que pose. Click. Le pido otra porque salí muy serio. Click. Me quedo mirando la pantalla del celular. Ya no miro si estoy serio, con una sonrisa o despeinado, sólo la veo a ella, sus lentes oscuros, sus manos tapándose media cara. Toda su pose me parece un gesto de vergüenza.

Caminamos en silencio. Me rompe las pelotas tener que aceptar su amor libre, escucharla hablar tan seguido del geminiano Gabriel, su misterio y su vergüenza social por la diferencia de casi diez años que me lleva o qué sé yo por qué. Mis pensamientos toman forma de huracán, con tanta fuerza que se me hace difícil poder controlarlos. Justo a mí, que necesito tener todo absoluta y minuciosamente cronometrado, esto se me escapa de las manos. Es un estado de testarudez inaguantable, insoportable para mí mismo.

—¿Te pasa algo? —me pregunta.

—No —le respondo seco y con mi mejor cara de orto. Si algo no puedo disimular es cuando la estoy pasando como el culo. Eso La Astróloga lo nota. Tanto que idealicé este fin de semana junto a ella y ahora no veo la hora de irme a mi casa.

La tarde comienza a caer y refresca un poco. Coincidimos en que ya es hora de volver. Subimos al bondi. Nos sentamos en el mismo lugar y posición que a la ida. Esta vez paso mi brazo derecho sobre su hombro. Trato de rescatar los aspectos positivos de la relación, me digo que no tengo que tomar una decisión apresurada, pero estoy tan emperrado que la balanza de mi Libra se vuelca para el lado oscuro. No voy a mentir, esto ya lo pensé varias veces en la última semana. ¿De qué sirve quedarme en este estado? Mejor cortar de raíz, hacerlo ahora que recién nos conocemos. Nadie debería salir lastimado y yo no quiero sufrir.

—¿Merendamos en tu casa? Bah, si no tenés nada que hacer.

Lo que estoy haciendo es una mierda, pero necesito hablar en un lugar discreto y hacerlo ya. Necesito sacarme esto de encima. Los pensamientos me arden. Es un impulso que no puedo ni quiero frenar.

—Obvio que podés venir a casa, no te dije nada porque pensé que querías volver a la tuya —responde la Astróloga.

—Sí, pero quiero decirte algo importante.

—¿Te sentís bien?

—Sí. Más o menos. Mejor hablemos cuando lleguemos a tu casa.

Me muerdo los labios para no vomitarle todo lo que se me está cruzando por la cabeza. Hacemos el resto del viaje en silencio.

Entramos a su departamento y me siento sobre el sillón. Ella acerca una mesa ratona y me sirve café. Hay tensión en el aire, lo siento y es horrible.

—¿Qué querías decirme? —me desafía la Astróloga con una mirada incisiva. Bebo un sorbo de café e intento conectar las palabras. No tengo las más pálida idea de por dónde empezar, así que me lanzo a un monólogo de tartamudo:

—Tengo que decirte algo, porque si no lo hago ahora, siento que voy a morir. Vos sabés lo que me gusta estar con vos pero hay algo que no me hace sentir cómodo y que da vueltas en mi cabeza constantemente. Desde el primer momento me planteaste que querías una relación libre y yo, aunque con dudas, lo acepté. Me hago cargo completamente de eso, en verdad creí que podría aceptarlo, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que no puedo, que me hace mucho ruido, y que me da celos el imaginarme que podrías acostarte con otra persona. Vos misma me dijiste que eso en algún momento va a ocurrir. Prefiero terminar con esto ahora.

La Astróloga me mira confundida, enfurecida o ambas cosas.

—¿Así va a terminar todo? ¿Es una decisión tomada? —Noto que me tutea y percibo un tono sarcástico.

—Sí, lo es.

—La verdad que me sorprende mucho lo que decís. Pero si es una decisión tomada, ya no hay nada que hacer. Lo que sí necesito es quedarme tranquila y no empezar a especular. Yo sé que hoy tuvimos algunos momentos tensos pero ¿decidís  decirme esto cinco minutos antes de irte? ¿De verdad? ¿Para qué pasamos todo el día juntos si ya estabas pensando en dejarme? Porque eso es lo que no me banco, esa actitud de mierda de Libra que te vende una cosa y después termina siendo otra. Entonces no me queda claro si decidiste esto antes de subir a mi casa o ya lo venías pensando y sin embargo dijiste bueno, la paso lo mejor posible antes de terminar y listo. Si es así, sos un hijo de puta. ¿Sabés que? ¡No te quiero ver más! ¡Andate ya de mi casa! ¡Sos un pelotudo!

Todo, absolutamente todo lo que me rodea se acaba de romper. Mi cara, su corazón, mis ojos, sus gestos están despedazados por toda la casa. La Astróloga se reincorpora furiosa. Yo también lo hago, pero mirando al piso. Antes de salir, levanto la cabeza para observar su casa por última vez.

Lunes 28 de Mayo

Tengo un gran sentimiento de culpa. El corazón destrozado. Extraño a la Astróloga. En su último mensaje de voz,.  me vuelve a recriminar por mi ascendente, dice que le rompí el corazón. Que todos los Libra le rompen el corazón. Yo soy uno más de ellos. Le escribo un poema que me cae del cielo:

LOS ASTROS, VOS Y YO

Sos lo que me faltaba para entender
Que la astrología nos conecta
De manera misteriosa
Creo en la conexión de las energías
Entrelazándonos por un fin individual
Pero valiéndonos en conjunto
De otras vidas nos conocemos
Somos el amor en alma
Siempre estaremos unidos
Tierra fértil necesito para vivir
De los cuatro elementos
Tu fuego necesitaba en mí
Pero no pude
Vencerme.

Lo posteo en mi Instagram personal y le saco la privacidad, para que ella, que me eliminó en el día de ayer, lo vea. Sé que lo va a hacer. Lo hace, me pone un me gusta y con la certeza de que ya lo vio, vuelvo a poner la privacidad en mi cuenta.

Martes 29 de Mayo

Hace dos días enteros que cometí el peor error, que la Astróloga no me dirige la palabra y que me eliminó de Instagram. Hace dos días enteros que miro mi celular esperando ver un mensaje suyo y no aparece. Que fue el mejor día junto a ella, pero también fue el peor. Hace dos días enteros que la extraño, que lloro por dentro, y mi corazón rechaza cualquier intención mental de avanzar hacia una nueva página.

Siento un impulso extremo de llamarla, pero no sé bien qué decirle. Un poco me muero de vergüenza, pero más me muero estando sin ella. Busco su número telefónico en mi agenda, tecleo su nombre y miro la pantalla del celular. ¿Qué le voy a decir? ¿Que me perdone? ¿Que estoy profundamente arrepentido? ¿Que sé que me equivoqué? ¿Que quiero que volvamos como si nada hubiese ocurrido? ¿Y si me manda a la mierda? Bueno, un poco de razón tendría. ¿Y si me trabo y no me salen las palabras? Mejor no la llamo, le mando un mensaje. No, eso es de cobarde. No sé qué hacer, se me revuelve todo en el pecho, siento un cosquilleo que no se bien si encasillarlo como molesto o adrenalínico. Ya sé que voy a hacer, le voy a escribir una carta en papel:

Dear Astróloga:
Hola fucking Aries!
Te extraño. No dejo de pensar en vos.
Soñé con vos. Miro el teléfono a cada rato esperando ver tus mensajes. El salú de las ocho de la noche.
Lo que escribí, el poema, me cayó del cielo. No dejo de leerlo y releerlo desde entonces. Como tratando de entender las palabras que puse.
Hoy recordé algo. El primer enojo de la hora de pelear, el mismo horario que ahora.
Vos dijiste “¿estamos de acuerdo en que esto se supera en una semana no?”
Después, me volví a leer a mí. “amor de almas”, tauro más tauro, tu ascendente en Aries, mi ascendente en Libra, la tierra, el fuego, el complemento, las miradas de amor, tu dedicación, tu cama, tu confianza, nuestra sensibilidad, nuestros corazones rotos, mi Virgo, mi estructura, tu good morning.
Y recordé la conexión. Otra frase tuya. “¿Usted se va a dar el lujo de perder esto?”
Tenes razón. Reaccioné. No quiero perderlo. No quiero perderte.
Espero no sea tarde. Me late el corazón y te llamo, te quiero, te amo, te extraño.

Gus

Mi mano escribe sola. Sentado en la cama, con las piernas flexionadas, estoy lleno de escalofríos. Todavía siento el cosquilleo en mi pecho. Lo más sensato sería llamarla, y recitarle lo que acabo de escribir. Me la juego. Agarro nuevamente mi teléfono. Suena una vez, dos veces, tres.  Me atiende el contestador. Me desilusiono. Podía ocurrir.

No voy a quedarme así, necesito que me escuche. Es el momento. Voy a enviarle un mensaje de voz. Agarro mi computadora y busco una canción de Sinatra, la misma que escuchó por primera vez al entrar a mi casa. Conecto el micrófono y comienzo a grabar. La escucho entera, la borro y pruebo de nuevo. A los nueve segundos el cielo ejecuta un trueno interminable, digno de una película de terror. Un pensamiento que me dura un microsegundo me hace decidir que ese sonido debe formar parte del relato. Termino la grabación, la escucho. Es perfecta. Se la envío a la Astróloga por WhatsApp. Automáticamente me siento mejor. La respuesta tarda unos minutos en llegar:

Me prometí que no iba escribirte nunca más, pero después de lo que acabo de escuchar veo la necesidad de hacerlo. El último domingo que nos vimos quedé muy decepcionada. No sólo por haber caído en la trampa de otro Libra, sino por haberte creído, por confiar en vos, por volver a abrirme. La verdad es que siento que todo lo que me decías (y seguís haciendo) no fue nada más que un acting. Un día decís que no querés estar más conmigo y a los dos días me mandás un audio diciendo completamente lo contrario. No sé si sos un psicópata o simplemente un pelotudo. ¿Cómo pretendés que una persona pueda confiar en vos? Te diste el lujo de perder mucho, vos sabrás el porqué. Que a cada uno le ocurra lo que se merece.

El audio seco de La Astróloga me atraviesa el cuerpo, dejándome completamente atónito. Me desplomo en la cama a mirar el techo. Las manchas de humedad atraen mi atención. Forman una figura oscura. Una parte de la pintura se descascara y cae sobre mi cara.