«Acá hay» de Griselda Balian

Acá hay chipá con café azucarado, mañanas heladas que hacen arrancar la jornada.

Boletos madrugadores, monedas bien guardadas, bolsos vigilados, ojos atentos a las zampadas.

Acá hay obradores, comedores, percheros en cruz y muchos tablones.

Hay laberintos, hay escondites, hay muchos escondidos.

Acá se derrama el hormigón liquido, y acá mismo se endurece para toda la vida.

Acá está la desolación del entierro y la invasión del nacimiento.

Crecen paredes, brotan puertas, afloran ventanas y aparecen viviendas.

Se edifican las cascaras de las futuras esperas, se generan cobijos para los que vendrán.

Hay escaleras de metal, andamiajes de madera, arneses colgados y caballetes apilados.

Acá están los primeros habitantes, los que van subiendo piso a piso gracias a su trabajo.

Están los que escalan con estructuras, los que apuntalan lo que vendrá.

Hay oficios heredados, tareas aprendidas, talentos orgullosos y a veces envidiados.

Hay cucharas, choclas y fratachos, hay cintas, plomadas y cascos desmembrados

Hombres con infancias en campos, adolescencias en arrabales, navidades en calles de tierra.

Algunos tienen amuletos, otros pequeños santuarios, fotos en celulares y en billeteras.

Todos tienen a alguien en algún lado.

Hay promesas, deseos, ambiciones y hay también decepciones.

Flota un espíritu nómade, que entiende que desensilla por unos meses

y como en tiendas de gitanos provisorias, se construyen hogares momentáneos,

que se corren, se mudan, cambian y se achican.

En la planta baja se huele a patria grande, se siente a suburbio, se respira berretín.

Se escucha cumbia, folclore, tango y chamamé.

Se mezcla lunfardo y guaraní. Se dice mucho tereré, ñamembú , pira piré.

Conviven dibujos presidiarios con fotos de mujeres arrancadas de los diarios.

Tetas enormes cerca de espejos pequeños.

Asado cabrón. Vinos escondidos de cartón.

Ollas sospechosas y viandas que delatan amor.

Acá se trabaja. También se duerme, se come, se amanece y se anochece.

Acá hay esfuerzo. También hay gualichos, rezos, fantasmas y juramentos.

Acá reina la creencia poderosa de que el mundo es de quienes lo hacen.

Acá se esta construyendo la ciudad que todos ven, de la manera que nadie sabe.